La señora Dalloway, de Virginia Woolf.


La señora Dalloway es una novela de la escritora británica Virginia Woolf (1882 – 1941) que explora la vida interna de varios personajes, entre los que destacan la señora de clase alta que da título al libro, Mrs Dalloway, y el veterano de guerra Septimus Smith.

La señora Dalloway es una novela contada por un narrador omnisciente. En ella se vive un día de junio de 1923 desde el punto de vista de varias y diversas personas de las que vamos conociendo su vida interior, quedando los eventos reales en segundo plano y destacando las reflexiones de los personajes: recuerdos, sentimientos, temores, esperanzas… La mayor parte de estos personajes pertenecen a la clase media y disponen de bastante tiempo libre, lo que les permite ocuparse en reflexionar sobre lo que podrían haber sido y sobre las causas de su infelicidad, la cual deriva, en buena parte, de sus sentimientos hacia el amor y la sexualidad, aunque también de sus experiencias traumáticas o de su profundo vacío existencial. Las acciones de la novela son limitadas: Clarissa Dalloway está ocupada en organizar la fiesta que piensa realizar por la noche, cuando recibe la visita de su viejo amigo Peter Walsh, que ha regresado de la India, lo que le hace rememorar momentos del pasado y analizar algunas decisiones tomadas. Mientras tanto, su esposo, Richard, está atareado con sus reuniones políticas y su hija, Elizabeth, en sus cosas de adolescente. En otro lugar del mismo barrio londinense, Septimus está teniendo un mal día obsesionado con el recuerdo de su amigo Evans, muerto en la guerra, y convencido de que hay unas fuerzas invisibles que le envían constantes mensajes, al mismo tiempo, su esposa, Lucrezia, preocupada por la salud de su marido, lo lleva a distintos médicos que son incapaces de adivinar lo que tiene, todo ello provoca en la mente enferma de Septimus la convicción de que su única alternativa es el suicidio.

Frederick Cayley Robinson

En líneas generales, la novela es un examen de la sociedad contemporánea de Virginia Woolf y de la capacidad de las personas para enfrentarse con los cambios, ya sea de sus vidas, de las clases sociales o familiares. Así mismo, en ella se enfrentan dos tipos de mujeres casi antagonistas, representados por Clarissa y su hija Elizabeth, ancladas en dos generaciones totalmente diferentes y que le sirven para exponer temas como la feminidad, la sexualidad, la identidad e, incluso, la menopausia. Hay que tener en cuenta que Virginia Woolf sentía una profunda preocupación por el papel de la mujer de su tiempo, legado de épocas anteriores como la victoriana y la eduardiana, pretendiendo inventar una nueva forma de representar personajes femeninos que capturaran sus subjetividades, algo que Woolf refleja en sus novelas mediante la incorporación de los cambios pertinentes en sus teorías estéticas a medida que cambian las ideas sociales y las relaciones humanas. Pero, sore todo, lo que esta novela nos plantea es si las personas podemos realmente comunicarnos y conectarnos a pesar de estar encerrados dentro de nuestra propia conciencia.

Frederick Cayley Robinson

Clarisa Dalloway es una esposa mundana de clase media alta y anfitriona perfecta en la que descubrimos, a medida que avanza el día, lo cambiantes que pueden llegar a ser sus estados de ánimo y recuerdos, que se contrastan con los puntos de vista y opiniones de los otros personajes de esta historia. La relación de Clarisa y Richard es considerada y amable, sin embargo hay límites verbales y emocionales que no se atreven a cruzar entre sí. El amor que hay entre ellos es fuerte porque lo han cuidado, pero también resulta una barrera que los protege al uno del otro. Ambos poseen sueños perdidos que  les mortifican, pero son incapaces de sacrificar su estatus para poder alcanzarlos.

Virginia Woolf

Virginía Woolf, cuyo nombre de soltera era el de Adeline Virginia Stephen, nació en Londres el 25 de enero de 1882, y murió por suicidio el 12 de marzo de 1941. Su vida estuvo rodeada de un ambiente literario, pues era hija del escritor victoriano Leslie Stephen, y la primera esposa de su padreera hija del también escritor William Thackeray, autor de Vanity Fair. Tanto ella como su hermana Vanessa estuvieron desde pequeñas interesadas en las artes. Tras la muerte de su madre en 1985, ambas sufrieron los abusos sexuales de su hermanastro, teniendo Virginia su primer colapso mental a los trece años, al que le seguirían varios a lo largo de su vida. Las hermanas se establecieron e Bloomsbury y Virginia se casó con Leonard Woolf en 1912, trabajando como tipógrafa y lectora para la prensa. En lo concerniente a la escritura, Woolf fue bastante prolífica, publicando ensayos, biografías y novelas, donde se revela su interés por las cuestiones sociales y por los derechos de las mujeres. Sin embargo, su vida privada siempre fue problemática con constantes momentos depresivos que las dos guerras mundiales acrecentaron profundamente, dilatados, así mismo, por su constante inseguridad y sus dudas. Hasta que el 12 de marzo de 1941 se lanzó al río Ouse con sus bolsillos repletos de piedras.

Woolf contribuyó a ficción en prosa por medio de sus experimentales corrientes de conciencia y sus estudiadas caracterizaciones, además de influir en el pensamiento crítico con sus reseñas y ensayos analíticos.

Tras muchos años dolorosos abrumada por sus extremas depresiones que le incapacitaron durante un periodo para seguir escribiendo, por lo menos al nivel que ella deseaba, en 1917 fundó, junto a su marido The Hogarth Press, donde se publicarían desde entonces todas sus novelas y las obras de otros escritores contemporáneos, entre las que destacan: El cuarto de Jacob (1922), La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928), Las olas (1931), Los años (1937) y Entre actos (1941).

En el conjunto de su obra literaria reaccionó contra la sociedad de su época (finales del XIX y principios del XX), atacando la novela tradicional materialista que enfatizaba lo exterior en lugar de explorar la conciencia y la vida interior del yo, siendo la que nos ocupa, La señora Dalloway un perfecto ejemplo de ello con sus monólogos interiores y un estilo de prosa que recrea los procesos mentales de los personajes que, deja bastante patente, se producen de forma inconexa e ilógica.

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